Me visto de tormenta en la terraza sola de la tarde que mengua, mientras la marea sube y el susurro aviar llena un silencio sorprendente. La gotas que recorren el verano de mi cuerpo me llenan de un éxtasis desconocido: puedo palpar tus señales, los surcos de tu tacto, los canales que estás abriendo en mí. No te recuerdo ni te evoco, te tengo adentro y germinás en mi riego y el placer se desmenuza, como un plato degustado lentamente.
No sos “el que me falta” sino “el que me completa”, no sos “el que me ancla”, sino “el que me hace navegar a diario”.
En un patrón de ordenes deshechos no puedo ubicarte en ninguna parte porque las imbricas todas.
Vas y volvés y tu andar en mí es algo que mi deseo lúdico envuelto en manos ya no puede negar.
La tarde agoniza y mi amor nace sin resolverse.
No sos “el que me falta” sino “el que me completa”, no sos “el que me ancla”, sino “el que me hace navegar a diario”.
En un patrón de ordenes deshechos no puedo ubicarte en ninguna parte porque las imbricas todas.
Vas y volvés y tu andar en mí es algo que mi deseo lúdico envuelto en manos ya no puede negar.
La tarde agoniza y mi amor nace sin resolverse.
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