La mano que apoyo sobre tu pecho se resiste a no acariciarte y convulsiona de a ratitos. Qué suave es tu piel, la más suave que mi mano jamás haya tocado.
Intento seguir la cadencia de tu respiración, pero no puedo: mi pecho se aprisiona al tuyo, es mejor si voy a contrapunto... así.
Tu corazón late más despacio cuando estás dormido; es lo único que escucho, tu corazón y la canilla que gotea en el baño y que no quiero ir a cerrar para no moverme y despertarte.
Puedo ver tu rostro, apenas bañado por la luz que penetra a través de la pequeña ventana que ridículamente da al pasillo. Tu boca quieta, tus ojos cerrados coronados por pestañas larguísimas maravillosamente curvadas, tu pómulo izquierdo delicadamente dibujado. Todo es tan perfecto para mí, sos tan hermoso para mí.
El sonido de tu respiración se va convirtiendo en un estertor similar a un ronquido, pero más agudo; no me molesta, anoche duró sólo unos minutos y después caíste en un sueño tan profundo que hizo que tu respiración se hiciera casi inaudible.
Podría estar así eternamente.
Desearía que este instante no acabe... que no acabe... que no acabe...